3/2/2019

Lucas 14

25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:

26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.

28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?

29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,

30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.

31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?

32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.

33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Al reflexionar en este pasaje, lo primero que debemos hacer es aclarar la palabra “aborrecer”, que no nos debe distraer de nuestra reflexión.

El llamado de Jesús a aborrecer a nuestros cercanos genera una aparente contradicción de este pasaje con el mensaje general de Jesús y sus discípulos referente a nuestra relación con los que nos rodean, basada en el amor, el afecto, la preocupación y el respeto, Sin dudas, este llamado de Jesús a aborrecer, es extraño.

Creo conveniente citar unos versículos que sustentan la enseñanza, general de los escritos neotestamentarios al respecto y que nos ayudaran a aclarar lo que Jesús intentaba decir.

Efesios 5

25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,

1Juan 2

11 Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

Mateo 19

19 Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Por lo tanto, es necesario precisar acerca del concepto “aborrecer”. Como toda palabra tiene una definición literal, la cual es odiar, execrar, abominar, menospreciar, reprobar. Aborrecer en las escrituras es usado como concepto más que como palabra, para entender esto veamos un par de pasajes donde se vea esto.

Genesis 29

29 Y dio Labán a Raquel su hija su sierva Bilha por criada.

30 Y se llegó también a Raquel, y la amó también más que a Lea; y sirvió a Labán aún otros siete años.

31 Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril.

En este pasaje el escritor bíblico, muestra a Lea como menospreciada ante los ojos de su esposo , versículo 31, pero en el versículo 30, se aclara que lo que realmente sentía Jacob por Lea era un amor menor que el que sentía por Raquel y no desprecio u odio.  Entonces podemos decir que “aborrecer”, tiene una definición literal y una definición conceptual que da un distinto sentido a la frase que los contiene.

 En el siguiente pasaje son los traductores quienes aclaran el uso de la palabra aborrecer, ya que, en un pasaje similar, usan no una traducción literal, sino la traducción conceptual

Mateo 10

37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;

Aclarado lo de “aborrecer”, vamos el fondo de la reflexión.  Jesús nos pide que le amemos más que a nadie.  Los que estamos casados, hemos vivido la experiencia de como al conocer a nuestro conyugue y como al empezar una relación romántica entre ambos, se genero un enlace de sentimientos que nos ligo de por vida. Al pasar momentos difíciles y complicados esa relación, en vez de deteriorarse, se vio potenciada por esa ligazón, que llamamos amor. Nace una mutua dependencia, una dependencia que nos enriquece como ´personas y como parejas. Difícilmente hay algo superior a esta relación.

Los hijos, esas criaturas tan pequeñas y delicadas que Dios entrega a nuestro cuidado, parece que por ser tan pequeños, se las ingenian para meterse en nuestros corazones. Van creciendo y desarrollando sus propias individualidades y una ligazón con nosotros, y aunque a veces nos irritan, esa ligazón nos lleva a perdonarlos y cada día se apoderan más de nosotros, no importa cuán viejos lleguen a ser, son nuestros hijos y los amamos intensamente.

Los que somos mas viejos y vivimos la experiencia de tener nietos, vivimos una nueva experiencia, pues sin ser nuestros esos niños,  también se van ganado un lugar en nuestras vidas y sentimientos, creo que ellos se aprovechan de sus abuelos, pues no son los padres que disciplinan y mediante ese “abuso” se posicionan en nuestros corazones.

En los párrafos anteriores vimos como se inicia una relación familiar y como se va ampliando y consolidando con los años, la cual, si es sana, es una red compleja y fuerte, que nos mantiene unidos y vivos. 

Jesús no está ausente en la generación de esa red de afectos, sentimientos, cariño y amor que es la familia, no obstante, el pretende que todo ese cumulo de sentimientos sea menor que lo que nos una a Él. ¿Sera posible lograr esa calidad de sentimientos por Dios, de tal manera que pueda sobrepasar el amor por el conyugue o los hijos?

No hablamos entonces de una relación liviana y sin razonamiento profundo, recordando la reflexión anterior, podemos decir que un verdadero creyente debe tener:  

·         Convicción fuerte de su fe en Dios.

·         Deseos ardientes de conocer cada día mas a Jesús

·         Esfuerzos grandes por vivir una vida pura y santa.

·         Resoluciones firmes en la vida diaria bajo la dirección de Dios

Solo si logramos ser un verdadero creyente, se producirá una unión entre Dios y nosotros que va más allá del entendimiento humano. Inclusive nuestra familia, los que amamos, estarán bajo esa relación de amor que sentimos por Dios.

Cuando Jesús nos pide que le amemos más que a nadie, nos esta pidiendo que le amemos tal como Él nos amó, con un amor que es mayor al amor humano, mayor al efecto, al aprecio, al cariño, nos llama a un amor que hace vivir a Cristo en nosotros.  Tal como lo dice el apóstol Pablo

Gálatas 2

20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Un abrazo y bendiciones

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